Viaje al santuario que mira al cielo

Foto del interior de la Cueva de Risco Caído

En las entrañas de Artenara duermen las cuevas del poblado de Risco Caído o Risco Maldito. Situadas en el margen izquierdo de Barranco Hondo, uno de los más importantes asentamientos trogloditas de la zona alta de la isla hasta mediados del siglo XX, estas cavidades hablan a los arqueólogos sobre el santuario aborigen que un día fueron.

Risco Caído está hoy abandonado, pero poco a poco cuenta una historia ancestral de ritos de fertilidad y lugares sagrados. Al poblado se accede por un antiguo camino real que regala un escarpado y profundo paisaje salpicado de bancales. El barrio horadado está formado por 21 cuevas artificiales, de las que dos –las número 6 y 7– han sido compradas por 40.000 euros por el Cabildo de Gran Canaria debido a su gran valor arqueológico. Entrar en ellas es admirar la arquitectura de lo sagrado, como afirma el arqueólogo Julio Cuenca, descubridor del templo aborigen en 1996 y responsable del proyecto impulsado por la consejería de Patrimonio Histórico para acondicionarlo, rehabilitarlo y abrirlo al público.

La forma en la que los antiguos canarios construyeron estas cuevas, los grabados de su interior y el hecho de que una de ellas esté pensada para ser bañada de luz en los solsticios de verano, lo que le da la condición de observatorio astronómico, convierten el complejo, al que Cuenca añade una caverna cercana llamada de La Paja, en un espacio de culto de los aborígenes isleños. Es decir, un almogarén.

G. Florido / T. Artiles
Canarias7

 

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