Hoy 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Este día se estableció, no por casualidad, un día antes del día mundial de la alimentación, y dos días antes de la conmemoración del día para la erradicación de la pobreza en el mundo, que por cierto, tiene como lema este año: «construir un mundo sostenible: unirnos para poner fin a la pobreza y la discriminación»
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A lo largo de la historia, las mujeres han contribuido al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz. La aportación de las mujeres al mantenimiento de la vida va más allá del espacio doméstico, parte de la producción para la subsistencia ha dependido de ellas, han organizado la vida de los pueblos y los sistemas de protección social ante el abandono o la orfandad, han defendido sus tierras y la supervivencia de sus familias. Han tenido un papel relevante en la conservación de semillas y en la biodiversidad, en la protección de los bosques, en luchas como consumidoras, en contestaciones ante la violencia y la guerra.
Estas experiencias diversas de las mujeres en defensa de la salud, la superviviencia y el territorio, hicieron nacer la conciencia de que existen vínculos sólidos entre las mujeres y el medio ambiente.
El desarrollo sostenible está muy ligado al ecofeminismo, que según Vandana Shiva, es un movimiento tan antiguo como la vida misma y consiste en poner «la vida» en el centro de la organización social, política y económica; cosa que las mujeres ya practican porque son a ellas a quienes se les ha dejado la tarea del cuidado y del mantenimiento de la vida, tomando en cuenta la determinación biológica.
La vida, y la actividad económica como parte de la vida, no es posible sin los bienes y servicios que presta la naturaleza – el planeta; al tiempo que no es posible sin los trabajos de cuidados desempeñados por las mujeres. Ambos invisibles, sujetos a explotación, e imprescindibles para el funcionamiento del sistema económico. «La vida», necesita que se universalice sus cuidados.
En estos trabajos invisibles, considerados reproductivos, se sitúan la mayoría de las actividades que realizan las mujeres en las explotaciones agrarias de carácter familiar del medio rural de Canarias, sus trabajos son considerados Ayuda Familiar, no regulados,ni sujeto a derechos. En este sentido, la ley de titularidad compartida de las explotaciones agrarias, promulgada en el 2011 y posteriormente paralizada, podría suponer un avance importante, pues se estaría reconociendo jurídicamente sus trabajos, y permitiría la responsabilidad, la representación y la administración compartida de las explotaciones, el reparto de rendimientos al 50%, la cotización a la seguridad social por parte de ambos miembros, y la posibilidad de que ambos titulares puedan recibir ayudas y subvenciones.
Sin embargo, los retos son muchos y el trabajo sigue siendo arduo para avanzar en la construcción de la ciudadanía de las mujeres rurales.
La voluntad y el compromiso de AIDER Gran Canaria con la igualdad y el desarrollo sostenible han estado presentes en estos, ya casi, 20 años de experiencia e intervención en el medio rural de